Mi año desenvuelto en música

Revisando mis respuestas en Spotify Wrapped.

Mi año desenvuelto en música
Foto por Ryan Quintal / Unsplash

Como cada año, Spotify sacó su especial de Spotify Wrapped, en el que a través de historias personalizadas nos muestra con estadísticas las canciones, artistas, podcasts y géneros que más escuchamos este 2024.

Independientemente de los problemas de falta de pago a los artistas, manipulaciones que rayan en la payola de la radio de antaño, y recortes de personal a favor del abuso de Inteligencia Artificial, me llamó mucho la atención cómo mi estado de ánimo y varios momentos semi-canónicos se reflejaron en mis listas personales.

“Indie Sleaze” o lo que sea que eso signifique

Si hay una pseudo-frase para describir un género de música que ya me tiene hasta la madre, esa es “Indie Sleaze”. La inventó una cuenta en Instagram de manera retroactiva para referirse al rock, pop y electrónica desfachatada de los 2000s, así como a uno que otro moderno [peyorativo] que comparte la misma “vibra” o “aura”. Lo que en general llamamos “onda de hipstercillos”. Viernes otra vez, Kokoloko, etc. pero desde la romantización de chicos que todavía no nacían cuando se cayeron las Torres Gemelas.

Dice Spotify que en enero, lo que más escuché fue “Indie Sleaze Synthesiser Indietronica”, representada por artistas como Crystal Castles, Hot Chip y Caribou. Te creo lo de la indietronica y los sintetizadores. Esta era mi mierda absoluta cuando estaba en la universidad. Claro que lo escucho y escuchaba. Me remite a los tiempos en los que todavía podía comer Tostitos con queso sin morir en el intento.

Pero en otros casos, los robots agarraron el “Indie Sleaze” como su muletilla del momento. Si el mundo del “Indie Sleaze” fuera la película de The Substance, LCD Soundsystem sería Elisabeth Sparkle, The Dare sería Sue, y las definiciones random del algoritmo de Spotify sería Monstro ElisaSue con intromisiones de otras especies estilo The Fly de Cronenberg.

La cuenta ANTI-ART muestra cómo el término se ha adaptado a infinidad de derivados nada que ver: desde bandas sonoras épicas de Hans Zimmer y el superpop hiperactivo de 100 gecs, hasta los lo-fi hip hop beats de Madvillian y los cantos de protesta de KNEECAP. Todo lo que escuche un Gen Z que no venga del Disney Channel, al parecer, ahora también cuenta como Indie Sleaze. El día que tu hijo de 18 años descubra a Led Zeppelin, entonces Led Zeppelin será Indie Sleaze. El día que tu hija se haga fan de Nico, sorpresa, Nico Indie Sleaze. Todo es Indie Sleaze y nada es Indie Sleaze.

Mejor le sigo diciendo “onda de hipstercillos”.

Primavera para Sad Dads

En abril escuché a mucho bato hipstercillo sobrio y triste. Arcade Fire, Interpol, The National. Si tiene acné de adulto y usa rompevientos para ir a correr en la noche, seguro lo estaba escuchando. Spotify le dice “Indieheads Permanent Wave Indie Rock”, pero prefiero el término que usan los mismos miembros de The National: Sad Dads. Padres de familia tristes llorando al volante de un Subaru azul, saliendo de su trabajo como diseñadores de agencia, rumbo a la tienda naturista de confianza por algo que les haga sentir bien. Hoy los niños están con la madre y su nuevo novio. Tiene tatuajes. Le dicen “papá”.

Esa frase del “Permanent Wave” me da no se qué. La impresión de que es alguien que sigue en su onda permanente. Que no sabe “adultear”. Que quizás fue “Indie Sleaze” y aún está de luto por los días en los que se reventaba con luces de neón y cheve de diez pesos. Quizás sí, me aventé la pedrada solita. No era un Subaru azul, pero manejaba llorando con el Trouble Will Find Me de fondo. Saliendo del trabajo de agencia soñando con lo inalcanzable, rumbo al HEB por crema de cacahuate hecha en máquina con cacahuates rancios. Poco después comencé a hacer mi propia crema de cacahuate en casa. Hoy los proyectos se publican en las redes de la empresa. Los clientes se adjudican todos los triunfos, pero cuando algo falla, siempre es culpa de la agencia.

Quizás no es estrictamente del estilo, pero “I Missed Out” de Hockey Dad es un ejemplo perfecto del estado mental en el que me encontraba. Perdiéndome de tantas cosas y personas especiales por cosas urgentes que nadie notaba. Como esta entrada, quizás. Jeje.

Mcbling con papás y refresco

En julio, presenté mi renuncia. Tenía en la bandeja nuevos diagnósticos para viejos patrones. Nuevos protocolos para viejos problemas. El trabajo de oficina me estaba rompiendo el espíritu. Así que antes de ir, esas últimas semanas, dejé que me guiará Missy Elliott como hada madrina. Si hacer lo mío era de 9 a 5 o menear el trasero, tenía que asegurarme de ir adelante en el juego.

Dejé que Tyler, the Creator me levantara los ánimos a su manera y sus maneras. Gritando de forma “radical” como un pinche unicornio, o suavemente con Kali Uchis recordándome que las flores crecen tras la tormenta. Tyler debería sacar su propio Eras Tour, con tantos cambios por los que ha pasado.

Siempre que se pone “Silver Soul” de Beach House tengo que cambiarle a “Money Trees” de Kendrick Lamar. Esta canción se coló a mi top 5. Todo esto Spotify le llamó “Mcbling Hip Hop”, pero no es necesariamente el “bling bling” atascado de pedrerías de los 2000s. Acá el Mcbling fue el finiquito. El préstamo del Kueski. Los gastos más pequeños y pendejos en la historia, acumulándose como balas contra una limusina. Recordar que priorizar la salud mental me estaba costando mucho, pero al menos no me costaba la vida. Y qué bueno, porque quién va a pagar tantas deudas cuando me vaya.

Los favs del año

Entre tanto recorrido por la vida en canciones, Spotify me enseñó un video en el que Dan de Interpol saludaba a sus mayores escuchas. O sea, medio México. Recordemos que en abril llenaron el Zócalo. Segundo año consecutivo que me toca este mensaje. Dan me manda más videos que muchas de mis amistades. No ayuda a la causa parasocial. Veo que a muchos fans del k-pop también les toca lo mismo con sus respectivos grupos favoritos. Espero que Chappell Roan no lo haya hecho con los suyos. La chica necesita descansar, volver a su vida privada.

Según los registros, estas fueron mis canciones del año. Pongo vínculo a la playlist completa porque cada día tuvo un espectro distinto. Sesiones de tarot, sesiones de trabajo, viajes transatlánticos, viajes a la Sorianita. Cada momento tuvo su música de fondo, su banda sonora, su arco del triunfo y su noche oscura del alma. Hace apenas dos años volví a encariñarme con la música y ahora a vuelto a marcar mi existencia. Eso es progreso. Hace cinco años le tenía miedo a la Chabela. Pero ahora tengo presente que nací a las 4:40, como el 440 de Juan Luis Guerra. Con todo y términos idiotas sacados de la manga, la música es música y la música es vida.