Este es mi hoyo
Cómo encasquetarse una identidad puede terminar deformándonos.

Me mama Junji Ito. Es un señor tierno y tranquilo, que ama los gatos y es muy amable con sus fans. Lo ves sonriente y en paz, pero luego abres cualquiera de sus novelas gráficas y te encuentras con las historias de terror más perturbadoras y grotescas que te puedas imaginar, alimentadas por una curiosidad geniuna por explorar los miedos y ansiedades de la condición humana.

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Si no lo has leído o no te suena, probablemente lo conozcas por los memes. Sobre todo el que viene en la cabecera, del que tomé el título de esta entrada.
La historia se llama “El enigma de la falla de Amigara”. En ella, un terremoto revela unas extrañas fallas en una montaña. Lo peculiar es que estas fallas tienen la forma exacta de cada una de las personas del pueblo. Como si hubieran sido hechas a la medida. Entonces, las personas sienten una inmensa atracción por estos hoyos con sus formas. Se ven representadas en ellas. Una fuerza inexplicable los empuja a meterse a su agujero persona, solo para descubrir que salir no será tan sencillo y, si lo logran, no serán los mismos de antes.
Desconozco el contexto y la fuente que inspiró directamente a Ito a crear esta historia. Salió en el 2002, como parte de su manga Gyo, influenciado por las historias de la guerra que contaban sus padres y por su miedo a los tiburones después de haber visto Jaws.*
Pero el otro día, en lo que me quedaba dormida en el sillón, me cayó una idea random. ¿Qué tal que esos hoyos que nos atraen y deforman tienen que ver con nuestro complejo de identidad? ¿Con esa necesidad que tenemos de vernos reflejados en todas partes? ¿Como las chicas con las princesas Disney y como los chicos con Ryan Gosling?

En la historia se revela que esos hoyos se usaban como un castigo, una especie de pena social en la que los miembros de una tribu eran forzados a entrar como penitencia. La letra escarlata en la ropa, la Inquisición ante cualquier divergencia. El demostrarle al mundo que quien ha “pecado” es un apestado que merece el exilio.
Pero en el contexto contemporáneo, tanto en la historia como en la vida real, nos metemos a esos agujeros sin que nadie más nos lo pida. Nos aplicamos ese castigo propio. Estos agujeros representan las expectativas y presiones que nosotros mismos elegimos seguir.
En nuestra vida cotidiana, a menudo nos vemos presionados por expectativas externas o internas para ser algo que no somos realmente. Ya sea por la familia, la sociedad o nuestras propias inseguridades, tratamos de adaptarnos a una forma que creemos nos define, pero en el proceso, perdemos nuestra verdadera esencia.
Al igual que los personajes de Ito, al forzarnos a encajar en un molde ajeno, nos deformamos y distorsionamos nuestra identidad, causando un daño profundo. La autenticidad y la aceptación de uno mismo son cruciales para nuestro bienestar. En lugar de tratar de ser lo que otros esperan, deberíamos buscar nuestra propia forma, aquella que refleje quiénes somos realmente.
Una entrada de Wiki presenta una perspectiva distinta:
El factor de horror de esta historia se basa en el aspecto psicológico de la compulsión. Como los agujeros están “hechos para ellos”, las personas sienten una necesidad irresistible de entrar, a pesar de saber que el resultado será la muerte. El famoso psicólogo Sigmund Freud describe este sentimiento como “pulsión de muerte”, instintos inconscientes que buscan destruir al individuo; por ejemplo, tener el pensamiento de saltar desde un acantilado cuando se está cerca de uno. Este sentimiento también se conoce como “llamada del vacío”.
El aspecto psicológico de esta historia impulsa así su horror. Esencialmente, son los personajes de la historia quienes se están matando a sí mismos: algo inherente a ellos causa un profundo impulso de destruirse. Al no haber fuerzas malignas o enemigos presentados en esta historia, se enfatiza el factor psicológico interno: es posible que las personas realmente tengan un deseo de hacerse daño (como en el caso de personas con trastornos mentales, y aquellos que no pueden controlar sus instintos y su inconsciente, similar a todos los que entran en los agujeros en la historia). De esta manera, la historia explora los instintos humanos innatos de curiosidad y destrucción (que también están presentes en otras obras de Ito), los cuales pueden, inevitablemente, llevar a su propia perdición.
Quizás nos encerramos en esos hoyos identitarios porque en el fondo buscamos nuestra destrucción. Antes muchas de nuestras identidades autoimpuestas se castigaban con la muerte, y todavía lo hacen en muchos países del mundo. ¿A lo mejor nos gusta meternos a esos agujeros porque nos encanta hacernos las víctimas y obtener puntos de opresión? Al menos así pienso que fue en mi caso cuando hacía esas cosas.
No lo sé. Pero ese hoyo ya no es mío.
